Se le abrieron los oídos y se le soltó la traba de la lengua
El evangelio de este domingo da luz a nuestras dificultades religiosas y de convivencia humana. A Dios le hablamos, le decimos hasta la saciedad cuáles son nuestras necesidades, pero no lo escuchamos, por eso nuestra comunión con Él no llega a ser plena, pues no le dejamos entrar en nuestra vida con su Palabra; nuestra oración es auto-referencial cuando se centra sólo en nuestras necesidades y no escuchamos la Palabra de Dios dejando que haga eco en nuestro corazón. No es lo mismo en nuestra oración hablar a Dios a partir de lo que Él nos ha dicho que permanecer en un interminable hablarle de nuestros problemas como si no los conociera.
Algo similar pasa en la convivencia humana. Tenemos la necesidad de ser escuchados, de que nos hagan caso, de que los demás guarden silencio cuando hablamos pero estamos poco dispuestos a escuchar a dejar que los demás nos comuniquen sus pensamientos para tomar en cuenta su manera de ver la vida en nuestras palabras. Nuestras conversaciones son diálogos de sordos porque sólo hablamos pero no nos escuchamos.
8 septiembre 2924, Textos bíblicos y mensaje del domingo de la XXIII semana del tiempo ordinario.