Reconozcamos en la súplica de aquellos griegos el anhelo más hondo de nuestro propio corazón. Si hacemos silencio, si por un instante nos apartamos de la tiranía del consumo y de las solicitaciones del bienestar oiremos que nuestra alma, en su fondo más íntimo susurra: «¡quiero ver a Jesús!»
Y el corazón del Padre se deja oír, mostrando que en ese Hijo adorado y adorable está todo el esplendor del universo. Y el Hijo mismo nos habla y señala con mano firme, aunque agobiada de dolor, en dónde es posible verle y reconocerle: «cuando yo sea levantado atraeré a todos hacia mí…»
Es allí, en la Cruz, donde se devela el misterio inagotable de un amor que no se acaba. Es allí, en la Cruz de amores, donde un grito de gracia ha quedado vivo y patente para ser escuchado «en el cielo, en la tierra, en el abismo». Es allí donde nuestro corazón hallará su descanso y encontrará por fin saciedad para su súplica más honda y entrañable.
17 marzo 2024. Textos bíblicos y mensaje del Domingo de la V semana de cuaresma.