La alegría del pueblo fue grandísima y el ultraje inferido por los paganos quedó borrado
Los judíos se vieron enfrentados a lo irremediable: su joya preciosa, su niña mimada, el orgullo de sus ojos, había sido profanado hasta el extremo. El templo había sido desacralizado por la obra impía y altanera de Antíoco Epífanes y sus secuaces.
Pero el mal no tiene la última palabra. Después de la devastación puede venir el silencio del caos y de la muerte, o pueden renacer los cantos y las esperanzas. En el fondo la opción es nuestra.
Hay episodios trágicos que quieren secuestrar toda la vida: una quiebra, una violación, un espantoso accidente, por ejemplo. Son hechos que nos hacen sentir profanados, radicalmente afectados, intrínsecamenbte sucios. Y sin embargo, no tienen por qué ser la última versión de nosotros mismos.
Ser creyente, como Judas Macabeo y sus hermanos lo fueron, es tener el valor de decir: si existe la fuerza de la profanación también existe la fuerza de la consagración.
24 noviembre 2023. Textos bíblicos y mensaje del viernes de la XXXIII semana del tiempo ordinario.