En la parábola del hombre rico y Lázaro, el nombre del rico no aparece por ninguna parte. Para él Lázaro no existía, pero ante Dios es Lázaro el que tiene nombre. Su historia y su dolor son preciosos ante los ojos de Dios, mientras que la comedia de placer del ricachón no tiene valor ni nombre en los cielos.
Ante Dios, pues, tenemos rostro en cuanto tenemos necesidad. Los rasgos de nuestra necesidad son los rasgos de nuestro rostro en el Cielo.
Si hubiera una persona «carente de necesidades» sería un ser carente de Dios y sería irreconocible para Dios, porque estaría negando su propia condición de dependencia creatural con el Dios único que a todos da el ser y lo conserva.
Este tiempo de cuaresma, pues, nos invita con fuerza a reconocernos en la hondura de nuestras necesidades y carencias, como camino de encuentro con el Dios vivo.
29 febrero 2024. Textos bíblicos y mensaje del jueves de la semana II de cuaresma.