Para Dios todos viven
Jesús presenta el mundo del cielo, donde los lazos de sangre no cuentan como en la tierra porque son vivificados por el Espíritu: se mantienen pero se transforman en una relación mucho más rica. Es el mundo de los resucitados: en él, dice Jesús, ya no hay esposa ni esposo porque todos son plenamente hijos. Es el mundo del futuro de Dios, donde los lazos que hemos contraído se hacen eternos y profundos entre todos.
El Padre -dice Jesús- es el Señor de los vivos, no de los muertos. Todo aquel que se une a Jesús y confía ya ahora su vida a Dios, es «hijo de la resurrección»: vive en la tierra como en el cielo, es decir, experimenta la vida según el Espíritu y no según la carne.
23 noviembre 2024. Textos bíblicos y mensaje del sábado de la XXXIII semana del tiempo ordinario.