Tiempo Ordinario
Miércoles de la XV semana
Textos
† Del evangelio según san Mateo (11, 25-27)
En aquel tiempo, Jesús exclamó: “¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.
El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Palabra del Señor.
Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez
Mensaje
En el evangelio de hoy, Jesús se dirige al Padre, «Señor del cielo y de la tierra». En su oración el Señor nos da a conocer nuevamente el vínculo estrecho que hay entre el Padre y Él, abriéndonos la posibilidad de acceder a ese mismo nivel de relación con Dios.
Los discípulos de Jesús van clarificando poco a poco cuál es su misión y lo hacen conociendo a Jesús: su origen y la meta de su existencia.
En la raíz del discipulado está la relación del Padre y del Hijo, que es, por un lado, realidad fundante de la cual brota todo el conocimiento de Dios que podemos llegar a tener y, por otro, horizonte de nuestra vocación cristiana que es participar de la comunión con Dios.
La comunicación constante con Dios y la permanente relación con Él, nos permiten conocer la verdad de nuestra propia vocación y misión cristiana.
El evangelio se refiere a los «sabios y entendidos», que en su contexto son los maestros de la ley y los fariseos, quienes conocen la Ley de Moisés pero rechazan a Jesús que les parece poca cosa; no están abiertos a la nueva propuesta de salvación y vida que proviene del Reino y que acontece precisamente con Jesús. Son grandes conocedores de la Escritura y de la cosas de Dios, pero prefieren seguir atados a un sistema de vida rígido que les impide leer el signo vivo de la presencia de Dios en Jesús de Nazareth.
El evangelio también se refiere a la «gente sencilla» o «pequeños»; estos son quienes con sencillez de corazón han abierto de par en par la puertas de su corazón para recibir la revelación de Jesús y la han acogido efectivamente. Los “pequeños” son los que -sin importar su condición social- tienen una actitud distinta a la de los sabios y entendidos porque reconocen que no lo saben todo y por ello desean vivamente aprender del Maestro y estar con Él.
Jesús nos dice con claridad que «nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». Esta revelación que el Hijo hace del Padre es la que el Padre ha manifestado a los sencillos: que todos nos hagamos uno con Él y para Él.
Pidamos al Señor la gracia de no caer en la prepotencia y en la autosuficiencia de quien cree saberlo todo y que no necesita sentarse en la banca humilde del discípulo; pidamos también la gracia y de tener un corazón sencillo y libre, dispuesto a acoger al Señor en la vida.