Adviento
Viernes de la II semana
Textos
† Del evangelio según san Mateo (11, 16-19)
En aquel tiempo, Jesús dijo: “¿Con qué podré comparar a esta gente? Es semejante a los niños que se sientan en las plazas y se vuelven a sus compañeros para gritarles: ‘Tocamos la flauta y no han bailado; cantamos canciones tristes y no han llorado’.
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dijeron: ‘Tiene un demonio’. Viene el Hijo del hombre, y dicen: ‘Ese es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y gente de mal vivir’. Pero la sabiduría de Dios se justifica a sí misma por sus obras”. Palabra del Señor.
Voz: Marco Antonio Reyes Fernández
Fondo Musical: P. Martín Alejandro Arceo Álvarez
Mensaje[1]
La Palabra de Dios sigue preparando nuestro corazón para acoger al Señor Jesús que va a nacer. También para nuestra generación ha llegado el momento de dejarse tocar el corazón por el Evangelio.
Es fácil ceder a la tentación de poner excusas para evitar acoger la exhortación a volver al Señor de corazón. Por desgracia, cuántas veces se puede decir también de nosotros: «Tocamos la flauta y no han bailado; cantamos canciones tristes y no han llorado».
Cada uno de nosotros -sobre todo en momentos de dificultad- se inclina instintivamente a pensar sólo en sí mismo, a considerar sólo lo que le toca y le afecta: es la única melodía que conocemos de memoria y seguimos. Apartamos todo lo que perturba nuestra tranquilidad. En definitiva, nos fiamos sólo de nosotros mismos y de nadie más. Pero la fe, aunque ciertamente necesita la razón, pasa por el corazón, es decir, por confiar en Dios, por acoger el Evangelio como palabra viva que ilumina y calienta.
Pero, también para nosotros, como le ocurrió a Juan Bautista y a la gente de su tiempo, llega el momento de decidir si seguimos a Jesús o si continuamos yendo detrás de nosotros mismos. Y es una decisión que no podemos posponer más y que la cercanía de la Navidad nos ayuda a realizar.
La verdadera «sabiduría » que debemos tener en este tiempo es acoger el gran misterio de la Navidad: un Dios que nos ama hasta hacerse niño para estar cerca de nosotros. La Navidad es la extraordinaria «obra» de amor de Dios. Por esto es bello esperar a aquel Niño que va a llegar, para que cada uno de nosotros se deje enternecer por él y lo acoja en su corazón.
[1] Cfr. V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 26-27.