Cuaresma
Jueves después de Ceniza
Textos
† Del evangelio según san Lucas (9, 22-25)
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día”.
Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: “Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga.
Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará.
En efecto, ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?” Palabra del Señor.
Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez
Mensaje[1]
El episodio del Evangelio de Lucas nos sitúa en el camino de este tiempo cuaresmal. Nos ayuda a reflexiona sobre la responsabilidad personal que tenemos delante nuestro de elegir la senda del bien o la del mal.
Jesús vuelve sobre este tema en el pasaje evangélico: «Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mi, ése la salvará». De forma natural tenemos la tendencia pensar en nosotros mismos, de salvamos de toda dificultad, de todo problema o angustia; pensamos sobre todo en nosotros y en nuestra propia afirmación. Es el instinto malvado del amor desmedido por uno mismo, arraigado en el corazón. Ese instinto, mientras nos empuja a pensar sólo en nosotros, nos lleva también a desinteresamos de los demás, e incluso, a ser hostiles y violentos, sobre todo cuando les percibimos como posibles rivales y enemigos. Pero de este modo todos salimos perdiendo. El amor desordenado a uno mismo lleva inexorablemente a perder la paz e incluso la vida. Por el contrario, el que la gasta para construir un mundo mejor, se gana a sí mismo y también a los demás para la vida. Jesús advierte: «¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?». La sed de ganancias se ha convertido en una fiebre continua que sin embargo nos lleva a la ruina. ¡Cuántas vidas son sacrificadas en el altar de los beneficios! ¡Cuántas familias, cuántas amistades y vínculos se consumen para dar la primacía a las ganancias!
Jesús enseña otro camino, y no con las palabras sino con el ejemplo: él se dirige a Jerusalén para salvamos, por amor, a pesar de que esta elección conlleva sufrimiento e incluso la muerte. Pero «al tercer día» resucitará y comenzará el reino nuevo del amor. Jesús no es un Mesías poderoso y fuerte como querrían los hombres; él ha venido para dar su vida en rescate por todos. Su fuerza es la del amor que no conoce limites. Dirigiéndose a todos los que lo siguen explica las exigencias del seguimiento del Evangelio: alejarse del propio egoísmo, renunciar al amor desordenado por uno mismo, abandonar las costumbres egocéntricas de siempre y asumir el mismo estilo de vida de Jesús, es decir, no vivir ya para sí mismo sino para el Evangelio y para los pobres. Es el sentido de la exhortación «negarse a sí mismo y tomar la propia cruz». Es el camino de los verdaderos beneficios: quien quiere conservar su vida, es decir, sus propias costumbres y tradiciones egocéntricas , la perderá. Y al contrario: quien se apasiona por el Evangelio y por los pobres recobrará su vida enriquecida y plena.
[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 100-101